“Oasis: Un reencuentro con lo eterno”: por Joaquín Suárez –


“¡Esto está pasando!”, es lo primero que ves cuando el concierto está por empezar. Gritos, llantos, abrazos y euforia se apoderan de un estadio completamente extasiado por una de las bandas más icónicas de los 90´s. La frase no solo anunciaba el comienzo del show, sino que marcaba el fin de una espera que lucía imposible.

Miles de respiraciones quedaron en suspenso cuando las luces del Estadio Monumental de River Plate apuntaron a 2 hermanos que juraron no volver después de aquel quiebre abrupto entre los hermanos Gallagher que en 2009 ponía fin a una de las bandas más influyentes del britpop.

Y que cada vez que se rumoreaba sobre algún posible reencuentro solo parecía otro mito más, rumores de reconciliación que nunca se concretaban. Por eso cuando las pantallas volvieron a mostrar la frase “¡Esto está pasando!”, era el fin de una larga espera. Oasis llegó.

Habían pasado más de quince años desde que Oasis pisó por última vez ese mismo escenario. Quince años de espera, de rumores, de nostalgia encapsulada en canciones que se hicieron himnos de una época. Por eso el regreso era mucho más que un concierto: era una recuperación colectiva del tiempo perdido, una cita pendiente con una banda que marcó a generaciones enteras en Argentina.

El recuerdo del último show en River, bíblico para muchos, alimentaba la expectativa para una noche llena de reencuentros de pasiones.

Desde los accesos hasta las plateas, se respiraba una mezcla de ansiedad y celebración, fans uniformados con polos de distintos modelos o procedencias que solo repetían la palabra Oasis. El ambiente argentino tan caracterizado por ser animado y eufórico llenó el barrio de Belgrano con nacionales y extranjeros.

Cualquiera pensaría que un concierto así solo sería recordado por su show principal, pero Richard Ashcroft apareció como telonero. Canciones como “The Drugs Don´t Work”, “Lucky Man” o “Bitter Sweet Symphony” encendieron un estadio que se puso en ambiente para la inevitable llegada.

La realidad desapareció, más de 80.000 personas sumergidas en una experiencia que no comprende razones. Oasis salió con Acquiese, siendo la definición de un descontrol y sin sentido unido por riffs de guitarras que lograban darle corazón.

A lo largo del concierto, se hizo evidente que no había tema que el público no supiera. Resultaba curioso que en cada interludio por canción el monumental se convertía en un clásico argentino y los cánticos de fútbol tomaban el control de las pausas.

Pero “Live Forever” se llevó los aplausos de todos, una canción que rechaza la negatividad de la frustración y apuesta por buscar soluciones para ser eternos. Terminando la canción con uno de los íconos mundiales de Argentina y del fútbol, Diego Armando Maradona, aplaudido y ovacionado por todo el estadio que siempre recordará su legado.

Lo extraño vino en el rechazo de una generación por mostrar todo, vivimos en tiempos donde los celulares nos permiten registrar cada evento y en el que muchos disfrutan el poder decir “yo estuve ahí, lo grabé todo”, pero resultó un volver a una época donde se vive el ahora y se disfruta el ahora. Resultando en que la luz principal era la del escenario y no la de miles de celulares que grababan lo que ya pasó.

Entonces llegó “Champagne Supernova”, la última canción que dejó una sensación de sí sucedió disfrazada de nostalgia. El estadio se resistió a aceptar que el momento había terminado pero una ráfaga de fuegos artificiales y un abrazo entre 2 hermanos que representaba la unión del pasado con el ahora culminó una noche que vive por siempre.

Una noche que espero más de 15 años para volver a repetirse, un viaje que tomé para poder vivirlo y un reencuentro con uno mismo que se convirtió en una experiencia que por más que pasé el tiempo siempre será eterna.

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